El Cristal.

Había llegado la noche tímidamente sobre el cielo de Calchaquí. Casi no nos dimos cuenta por el movimiento dentro de la casa, mucho por hacer; al día siguiente, Domingo iríamos varias familias a disfrutar de las aguas cristalinas de la laguna que quedaba bastante lejos del pueblo. Previo permiso de los dueños de los campos que se debían cruzar para llegar.

Era costumbre preparar las moneditas para regalarle al chico que abriría las tranqueras, cuatro en total. El camino no estaba en muy buenas condiciones, en el campo solo eran huellas dejadas por los carros.

En nuestros pensamientos pedíamos por una jornada plena de sol, de lo contrario se suspendería el hermoso paseo programado, ya que ocurría muy de vez en cuando en los meses de vacaciones veraniegas.

Las familias invitadas eran tres: Cifre, Rossini, Baroni. Los más allegados a papá. El transporte aportado para la ocasión, ya estaba estacionado frente a la casa de Don Cifre, ¡Un enorme camión! a nuestros ojos parecía una nave espacial, como ésas que veíamos en las revistas de historietas, (Las que compraba mi hermano mayor que ya tenía doce y las escondía, pero las encontrábamos igual).

Todo estaba listo, así que nos fuimos a "tomar el fresco" al patio enorme desprovisto de árboles bien regadito y barrido para las reposeras donde nos acostábamos un par de horitas, según las reglas establecidas por el jefe de la familia. La noche nos invitaba a buscar el sueño, así llegaba más pronto el amanecer.

¡Llegó la hora! Arriba todo el mundo! ordenó mi papá. Rápidamente estábamos listos, la reunión de todas las personas fue en la esquina, el cielo todavía tenía el color azul oscuro, aunque no faltaba tanto para que aclarara, el destino final quedaba muy lejos por ello debíamos salir muy temprano.


En aquel entonces las distancias en el campo se medían en "Leguas", no recuerdo muy bien cuántos kilómetros comprendía; en fin, había que viajar durante varias horas. Todo era una algarabía, éramos muchos chicos y "barulleros" según los papás, debíamos subir al camión de a uno y en mucho orden.

Los mayores se alcanzaban los bultos, ¡Cuidado! Las botellas eran de vidrio, Naranjin para los chicos, tambien "Chinchivira" (una soda azucarada), nada de alcohol, eso no estaba permitido, me refiero a bebidas para los mayores. Especial cuidado con el cajón conteniendo la carne protegida con cubos de hielo, bancos, reposeras, bolsos... en realidad, visto desde hoy, parecía una mudanza.

Para el almuerzo los alimentos estaban clasificados;  fruta, pasteles, y todo los manjares que no debían faltar; había que pasar día de total esparcimiento.  ¡OH! Me olvidaba: ¡El guitarrero! Infaltable: Don García, el zapatero, muy conocido además de correcto con un repertorio variado. Al fin todo en orden, ubicados, sentados con la alegría expresada en los rostros de todos y... ¡Nos vamos! El viaje comenzó al fin.

No me detendré en la descripción de ese trayecto similar a varios que ocurrían en los veranos de mi infancia al dejar la zona urbana. Del verde de los campos se podía apreciar cuánto brillo por las huellas de rocío, se veían reflejadas por un tímido rayo de sol dando aviso de su presencia a toda la región.


Cruzamos toda clase de senderos, atravesamos tranqueras y portones, el paisaje nos mostraba  una hermosa llanura  en todo su esplendor, pronto divisaríamos a lo lejos, al final del camino rural, una franja ondeada de árboles frondosos al este, muy largo en extensión casi uniendo el norte con el sur.

Para entonces el día estaba presente, los rayos dorados le daban luminosidad a ese contorno natural que se agigantaba a medida que nos acercábamos,  el camino ascendía una cuesta, subíamos y subíamos e ingresábamos al bosque de cuentos..., de pronto, al llegar a la cima de esa elevación natural de terreno, aparecía ante nuestros ojos, la maravilla más hermosa que podíamos imaginar: un mágico espejo celeste confundido con el mismo cielo que se hacían uno. Al detenerse el camión, nos quedábamos en silencio contemplando esa laguna con el merecido y literal nombre llamada "El cristal".

Un bello espejo mágico.

La felicidad al alcance de los ojos infantiles...

Un abrazo gigante.


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