Cuando el dolor tocó a mi puerta.

La vida, ese misterio con todos sus interrogantes, en algún momento avasalló mi existencia dejándome en el más inmenso mar solitario, desprovista de recursos para responderlos.
Todo se supera.
 Fue entonces, cuando creía que no podría afrontarlo, escribí en alguna parte lo siguiente:

La búsqueda.

Qué vacío había quedado  mi corazón. Tanto te busqué, por años en los recónditos misterios de preguntas sin respuestas; en mi memoria infantil, en mis solitarios juegos a “la casita”; en el horizonte del llano sin futuro; en la edad de no entender la ausencia del abrazo, mucho menos al oír la palabra “señorita”, apenas con un  puñadito de años que aparecieron trayendo más incógnitas. Te busqué… una larga búsqueda la cual me llevó a crearte en mi mente, más se convirtió en algo inalcanzable. Creciste en ella con toda la magnitud de una necesidad imperiosa hacia donde depositar la mirada. Te busqué en el espacio, en los cielos de los dioses, en el cielo de un dios, en las nubes con formas insólitas, te busqué  en al calor del sol de algún verano en la provincia, te busqué…
No te hallé en mis despojadas noches de cobijo; ni en las navidades inexplicables sin ti. No te hallé en mis pensamientos cuando hurgaba en los recuerdos. Mas un día caminando por la playa de un mar cualquiera, en solo un instante en el cual el universo se detuvo, con mis pies sumergidos en el agua descubrí una caracola brillante que me tentó poseerla; me incliné a recogerla y de pronto… apareció en lo profundo, el rostro imaginado tantas veces y...  ¡Te vi! ¡OH mi Dios! Estuviste todo el tiempo conmigo, que por mirar a otros puntos no lo supe. ¡Tú en mí… Madre! 
La búsqueda concluyó, desde entonces mi corazón se llenó de amor.

No existen las pérdidas si lo que amas está en tu recuerdo. Eso lo aprendí en todos los tiempos que me tocó resolver la ausencia de lo amado, cuesta  trasladar lo visible a lo invisible; no deja de ser si los ojos  físicos no pueden ver.
Todo el tiempo están allí en un descuido, en las cosas inimaginables: un perfume, un aroma especial que escapa de la cocina, una pieza musical, un poema escrito, una mirada extraña, una vidriera. Día por día un latido y todo está dicho.
Gracias amigos por comprender.

Yolanda Ojeda.
Luján.

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